En los últimos años ha proliferado la elaboración de políticas de sustentabilidad, tanto a nivel nacional, institucional público, universitario, empresarial, sin profundizar lo que ello encierra. La intención de estas políticas, que normalmente se refieren a una condición (o aspiración) de desarrollo, ya sea nacional, regional, institucional o de algún proceso específico, es establecer estrategias, medidas y actividades que mejoren "lo ambiental". No obstante, la mayoría carece de la profundidad necesaria que permita explicitar las contradicciones y trampas que conllevan un concepto tratado con frecuencia en forma superficial.
Previamente hay que señalar que en la actualidad usar el término "sustentable" o "sustentabilidad" no garantiza en absoluto que se refieran a la "sustentabilidad ambiental". Además, el término sustentabilidad cada vez es menos sinónimo de "lo ambiental". Lo sustentable y la sustentabilidad han sido cooptados por varias disciplinas, especialmente la economía. Numerosos trabajos sobre desarrollo sustentable ni siquiera mencionan el medio ambiente, y la sustentabilidad se refiere a temas como financieros, económicos, estructurales, etc.
Por otra parte, es frecuente que se use la definición sobre "desarrollo sustentable" como el equilibrio entre el crecimiento económico, la equidad y la sustentabilidad ambiental. Sobre este supuesto equilibrio se elaboran teorías y política tendientes a alcanzarlo. Pero el mentado equilibrio, en el contexto actual del desarrollo chileno y latinoamericano, no existe. Sólo hay grados de más o menos insustentabilidad ambiental en el crecimiento económico y en las fluctuaciones del bienestar de la población. El medio ambiente prácticamente no influye en la modalidad de desarrollo sino que su estado es una consecuencia del modelo económico. Concebir el desarrollo sustentable como un equilibrio solo es una utopía absolutamente fuera de nuestra realidad.
La gran contradicción que es imprescindible explicitarla es que el "desarrollo sustentable", al sugerir el planteamiento de perpetuar el desarrollo, permitiría mantener viva una noción y sus prácticas que debían haber sido condenadas después de constatar sus efectos devastadores sobre el medio ambiente. Además, parte de la trampa, que la mayoría cae, es imponer implícitamente que todos deseamos esta modalidad de desarrollo, y que queremos que perdure en el tiempo. La búsqueda de "otro desarrollo", debiera partir negando, o al menos acotando fuertemente, lo que es, el término "desarrollo sustentable" y las consecuentes "políticas de sustentabilidad" que se derivan de él.
La definición abstracta de desarrollo, como democracia, bienestar, derechos humanos, sustentabilidad ambiental, etc., poco y nada tiene que ver con la realidad. Estamos demasiado lejos de que "este desarrollo" sea diferente de lo que hasta ahora ha sido. Su contradicción esencial es que para reproducirse necesita seguir consumiendo a la naturaleza. En otras palabras su permanencia (a mediano plazo) se base en socavar las bases físico-biológicas de su sustentación. Ello es especialmente dramático en América Latina cuyos países para crecer económicamente siguen deteriorando y agotando sus ecosistemas.
En suma, el atavismo de la actitud economicista occidental quiere que el ser humano, frente a los graves e insoslayables tropiezos de "este desarrollo", busque la transformación de su medio (al que normalmente deteriora, y elimina), antes de cambiar el mismo.
En consecuencia, si se refieren a la problemática del medio ambiente, las llamadas políticas de sustentabilidad, en primer lugar, para obviar las cooptaciones descritas, debieran llamarse "políticas de sustentabilidad ambiental". Definir así estas políticas, para un territorio, para un sector de la economía, o para una empresa, estaría dirigido hacia las acciones necesarias para agregar algunos grados de sustentabilidad ambiental. Pero ello no significa que "este desarrollo" no atente contra la naturaleza, por lo que es necesario asumir la contradicción entre los efectos negativos y la reproducción de cada proceso.
Sin embargo, cuando se trata de un centro de excelencia, una universidad o una unidad de ella, lo mínimo exigible es mirar la contradicción en su esencia, y de esta forma evitar la trampa de bregar por una modalidad que atenta contra sí misma. En vez de platearse "políticas de sustentabilidad" y asumir la contradicción citada, la universidad o el centro de excelencia tienen la obligación de aclarar conceptualmente el término, dejando en claro que la modalidad de desarrollo del país es claramente insustentable. El sinnúmero de planteamientos docentes y de investigaciones que dicen derivarse de una política de sustentabilidad, al estar obviando la contradicción inherente al concepto de "sustentabilidad", solo están poniendo velos a la deteriorada situación ambiental, o están asumiendo que esta modalidad de desarrollo es la conveniente. Hoy, más que nunca es necesario profundizar y modernizar la discusión.
Nicolo Gligo Viel es Director del Centro de Análisis de Políticas Públicas del Instituto de Asuntos Públicos.
Las opiniones vertidas en esta columna son de responsabilidad de su(s) autor(es) y no necesariamente representan al Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile.