Por Robert Funk

El "libertador"

El "libertador"

La incertidumbre personal producida por las crisis económicas y el cambio social que las acompaña no es un fenómeno nuevo. Cuando Franklin Delano Roosevelt, en medio de la Gran Depresión de los años treinta, dijo que los estadounidenses no tenían nada que temer excepto el miedo mismo, se dirigía a esa incertidumbre, tratando de levantar los ánimos. En el discurso en que Donald Trump aceptó la nominación del Partido Republicano, el candidato hizo todo lo contrario: Usó el mismo temor no para ofrecer esperanza, sino para exagerar las amenazas y así posicionarse como algo más que candidato presidencial. Trump quiere ser nada menos que el libertador.

Para lograr su objetivo, Trump combina la mentira con la exageración. El candidato Republicano falta a la verdad cuando insinúa que Estados Unidos está en medio de algún tipo de ola de asesinatos. Las cifras lo desmienten –los asesinatos cayeron de 10,2 por cada 100,000 habitantes en 2004 a 4,5 en 2014–. Trump exagera cuando dice que 58% de los jóvenes afroamericanos están desempleados; no toma en cuenta aquellos que están estudiando o fuera del mercado laboral.

De igual forma, Trump exagera las cifras de la deuda nacional, de la inmigración ilegal, y el papel que ha tenido Hillary Clinton en fomentar o permitir la Primavera Árabe, la caída del régimen egipcio y el auge de ISIS. Culpó a Barack Obama por crear las peores divisiones "de nuestras vidas" en base a "raza y color". Sostuvo que el libre comercio contribuía al desempleo y la pobreza. Sin embargo, por lo menos un estudio muestra que entre 1950 y 1998, aquellos países que liberalizaron su comercio internacional tuvieron un PIB 1,5% mayor que antes de la liberalización. Desde la implementación del TLC con México y Canadá (NAFTA), las exportaciones estadounidenses a esos países se han quintuplicado. La importación desde esos países también ha aumentado, incluso aún más que las exportaciones, pero como existen cadenas de producción que atraviesan fronteras, se estima que el 40% del contenido de los productos importados desde México son de origen estadounidense.

Trump no se equivoca cuando nos recuerda que la deuda de los Estados Unidos ha aumentado durante los ocho años de gobierno de Obama. Sin embargo, Obama ha reducido el déficit anual desde US$1.587 billones a US$503 billones, mientras que el desempleo ha bajado desde 10% en 2009 a menos de 5%. La bolsa de Nueva York ha llegado a máximos históricos.

En su discurso en Cleveland, Trump hizo dos cosas novedosas para un candidato presidencial estadounidense. Primero, usó su discurso para presentar la situación económica, social e internacional en los términos más negativos posibles, para luego poder decir, "yo tengo la solución". Trump nunca dijo cuál sería la solución, aparte de hablar de un "plan" misterioso. Históricamente, los estadounidenses han preferido las visiones optimistas del futuro: Ronald Reagan habló de un "amanecer en América", Clinton de "un lugar llamado esperanza" (Hope, también el nombre del pueblo en Arkansas donde nació), Obama aseguraba que "Yes We Can". Trump parecía decir que "No We Can’t".

Segundo, como las convenciones partidarias representan el fin formal de período de primarias, los candidatos normalmente usan sus discursos para dirigirse al resto del país, explicando su visión del mundo y las propuestas que tienen. Comienzan a venderse al votante promedio. Intentan, desde la derecha o la izquierda, hacer el esperado giro hacia el centro.

Trump sí le habló al país, pero sin el giro. Careciendo de propuestas concretas, Trump vende lo que siempre ha vendido: su nombre y su personaje. Para los que la globalización ha dejado atrás, crear un responsable –los inmigrantes, el libre comercio–. Para los que ven una economía pujante, crear una realidad paralela y negar las cifras.

La convención dejó en evidencia las profundas divisiones entre los republicanos pero permitió definir mejor lo que es la ideología que se ha tomado el partido. El trumpismo no es más que la exageración de amenazas domésticas e internacionales para las cuales la única solución es Trump. No hay política pública ni equipo. Sólo Trump, el libertador.

Robert Funk es académico del Instituto de Asuntos Públicos.

Columna publicada en Voces, de LaTercera.com, el 25 de julio de 2016.

Las opiniones vertidas en esta columna son de responsabilidad de su(s) autor(es) y no necesariamente representan al Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile.

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