Discurso del Prof. Leonardo Letelier en ceremonia asunción decano

Discurso del Prof. Leonardo Letelier en ceremonia asunción decano

 

Profesor Leonardo Letelier Facultad de Gobierno Universidad de Chile

Todo comienzo trae la esperanza de un nuevo amanecer, y con ello la expectativa de un futuro lleno de logros y múltiples desafíos. Tras más de veinte años de transitar por un camino lleno de curvas y no pocos obstáculos internos y externos, la nueva Facultad de Gobierno de la Universidad de Chile nos debe unir en la esperanza de un futuro mejor, que nos haga crecer en un ambiente constructivo y diverso.

Ese es el destino de nuestros pares en universidades de primer nivel mundial, tales como el Kennedy School of Government de la Universidad de Harvard, el Woodrow Willson School de la Universidad de Princeton y el Harris School of Public Policy de la Universidad de Chicago. La llamada Blavatnik School of Government de la Universidad de Oxford es también – al igual que nosotros - una de las unidades académicas de más reciente creación de dicha universidad, hecho que nos exige reflexionar sobre la pertinencia de la tarea que nos convoca, y la responsabilidad que nos cabe en el camino que estamos iniciando. En dicho espíritu, es muy importante identificar los grandes desafíos que deben inspirar nuestro camino.

Primero es el desafío de los sueños. Si alguna vez nuestro sueño fue ser una facultad, nuestro sueño debe ser ahora transformarnos en una gran facultad. Capaz de contribuir en forma significativa al desarrollo académico de la gestión y la administración del Estado, y al entendimiento de las relaciones de poder en el marco de la ciencia política. Ello supone articular esfuerzos desarrollados sobre la materia en diversas facultades de la Universidad de Chile, realizar docencia de primer nivel y contribuir a desplazar la frontera del conocimiento en los temas que nos ocupan. Debemos ser relevantes en el debate académico nacional e internacional y reconocidos como referentes entre nuestros pares nacionales y extranjeros. Nuestro proyecto dese ser pensado en grande, con realismo, pero también con sana ambición.

Muy relacionado con lo anterior, un segundo desafío consiste en elevar nuestra mirada por encima de las nubes de la realidad local, y ser capaces de ver el bosque de la tarea que nos espera con amplia perspectiva y visión de largo plazo. El mundo es grande y muy diverso, y ofrece insospechadas oportunidades de desarrollo profesional e intelectual para quienes quieran tomarlas.  Si bien la urgencia de la vida suele forzarnos a focalizar nuestra mente sobre temas cotidianos, no debemos olvidar que la ciencia y el conocimiento no paran de progresar, que los debates y preocupaciones que nos ocupan están insertos en una realidad global que con frecuencia nos supera, y que la comunidad académica a la cual pertenecemos no termina en la puerta de nuestra Facultad.

Hay estudiantes y académicos preocupados de los temas de gobierno en países tan lejanos como Bangladesh, Kenia y Japón. También con ellos debemos conversar, constituir grupos de estudio, desarrollar vinculaciones profesionales y hacer amigos con los cuales compartir el azaroso pero fascinante camino de la vida. No es el estudio y el conocimiento específico de nuestro sistema de pensiones lo que nos permitirá mejorarlo; es el reconocimiento de que el mismo tema admite múltiples miradas, que existe una extensa experiencia internacional sobre la materia y que este mismo debate – así como muchos otros relacionados - ha sido estudiado sistemáticamente por la comunidad científica mundial, lo que nos permitirá encontrar el mejor modelo.

Un tercer desafío es el de la trascendencia. La Universidad de Chile ha sido la cuna de grandes pensadores, y el punto de partida de muchos cambios relevantes en la historia del país. Ello nos impone un alto estándar en nuestras metas de estudio y de trabajo, y nos enfrenta con la magnitud de los desafíos por venir. La nueva Facultad de Gobierno debe ser la cuna de un legado capaz de trascender los tiempos que vivimos. Nuestros estudiantes deben soñar con la realización de las más ambiciosas metas en lo personal y profesional. Estoy cierto que un día no muy lejano tendremos un presidente o presidenta egresado o egresada de nuestra Facultad, que nuestros estudiantes podrán alcanzar sus sueños personales (cualesquiera sean), y que recordarán su paso por la Facultad de Gobierno como una etapa fascinante de sus vidas. Igualmente ambiciosos deben ser los sueños y metas de nuestro académicos y académicas, funcionarios y funcionarias. Debemos comprometer la mejor gestión, realizar el mejor trabajo de apoyo en sus diversas formas, hacer la mejor investigación, las mejores clases, y transformarnos en referentes del debate académico y político de la nación.

Lo anterior no sería posible sin un cuarto y muy importante desafío. Yo lo llamaría el desafío de la buena convivencia. Ninguna facultad puede progresar y proyectarse sin que sus integrantes tengan confianza en el trabajo de quienes forman parte de su propia comunidad. Si bien todos tenemos metas y sueños personales, solo la acción colectiva es capaza de concretar los más ambiciosos proyectos. En dicho espíritu, el camino del diálogo sereno y constructivo, y la disponibilidad para cooperar en dicho proyecto en beneficio de la comunidad, serán siempre una opción colectivamente superior a la no cooperación. La capacidad de escuchar al otro, y de tomar acuerdos en un marco de disciplina y responsabilidad, siempre serán más efectiva que las acciones de fuerza, cualesquiera sean. La tolerancia en las ideas ajenas es un componente más de nuestra convivencia, y debe por cierto ser respetada como un valor, incluso cuando nos duela.

En quinto desafío se expresa en la necesidad de estar en paz con nuestro propio espíritu y nuestro pasado. Es el desafío de la humildad. Nunca debemos perder de vista que aquello que somos hoy día, es el fruto de mucho trabajo y esfuerzo desplegado por quienes nos presidieron. Cuantas noches sin dormir pensando en la mejor manera de resolver los múltiples problemas que nos aquejaron cuando aún éramos el Instituto de Asuntos Públicos. Cuántos momentos de incertidumbre para quienes somos parte de la actual facultad. Cuántas dificultades para generar acuerdos y reconocimiento. La superación de tantos y tan grandes desafíos, solo fue posibles gracias a personas con las cuales debemos estar eternamente agradecidos.

Comienzo por mencionar a nuestra estimada Rectora Rosa Devés Alessandri, quien fue una aliada inclaudicable en nuestro camino a transformarnos en facultad. Mención especial merece el legado de nuestro primer director, el Prof. Osvaldo Sunkel, y el enorme trabajo realizado por quien fue en verdad nuestro primer decano, el Profesor Hugo Frushling Erlich.  También debemos estar agradecidos de quienes fueron algunos de nuestros más importantes aliados desde el Senado Universitario, los senadores Rocío Medina, Daniel Burgos y el Prof. Javier Núñez. Cuando las nuevas generaciones de estudiantes y académicos miren hacia atrás en el año 2122, ellos deberán reconocer que este pesado pero hermoso camino, fue fruto de muchos esfuerzos individuales y colectivos de quienes ya no están

Finalmente, no seré el primero en decir que los grandes sueños y desafíos conllevan también grandes sacrificios. Somos un barco cuyo viaje durará toda la vida, y que será continuado por las generaciones que vienen. De la misma forma que le sucedió a los conocidos protagonistas del Mago de Oz, solo alcanzaremos nuestras metas y sueños de una gran facultad, cuando entendamos que el mago vive en nosotros mismos. Que solo nuestro esfuerzo personal y nuestra capacidad para trabajar en equipo nos permitirán superar los obstáculos del camino, y alcanzar así las más altas metas académicas, profesionales y humanas. Somos una facultad pequeña en una gran universidad, llamada a tener un papel trascedente en destino del país. El viaje que iniciamos nos ofrece un camino fascinante, pero también nos demandará mucho trabajo, espíritu de cuerpo y responsabilidad. El camino es hermoso y potencialmente azaroso. La recompensa es grande y trascendente.

Leonardo E. Letelier Saavedra

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